lunes, 30 de marzo de 2015

CALLEJONES.

Desde el primer momento que empecé con esta aventura pensé un título, que después de consultarlo con algunos de vosotros  decidimos modificar, las tres palabras principales fueron pueblo ,raíces y recuerdos , esto decidí compartirlo y contar con vosotros  y aquí tenéis un ejemplo más, yo aquí solo copie  pegue, si os gusta las culpables son  Montiel que fue quien hizo las fotos y Ana Cruz que desde que le pedí que lo hiciese, no lo dudó ni un momento, yo solo de dije que si mientras lo escribía dejaba de pensar en otras cosas que posiblemente les quiten el sueño, yo con eso poquito me conformaba y la verdad lo que nos ha escrito creo que merece la pena leerlo, yo aquí solo hice lo que estas dos mujeres han plasmado con tanto acierto Gracias María gracias Ana por todo, como siempre fue un placer, contar con este tipo de colaboradoras lo habéis bordado.





DESDE LA DISTANCIA

Nostalgia…, melancolía…, alegría salpicada de tristeza…, sentimientos que se mezclan pellizcándome el corazón, causándome, sin remedio, la evocación de mil recuerdos de aquella etapa de mi vida, donde esa estrecha callejuela, que en sus diferentes ángulos ha captado, maravillosamente, el amigo Juan, fue testigo de una parte de mi niñez y adolescencia.
No nací en esa calle, sin embargo y dada mi edad cuando llegué a ella, los mayores recuerdos de mi vida en Jimena, los tengo de esa casa.  Al contemplar hoy su fachada, en estas actuales fotos, busco las posibles diferencias que pudiera tener con la otrora que yo dejé hace ya 51 años. Realmente, casi me pasan desapercibidos; como tampoco observo grandes cambios  en las otras casas que allí existen, sin embargo, no dudo que tal vez en su interior pudiera haber alguna modificación.



Aunque pensándolo bien…, si dejara de mirar ese callejón, esas casas, desde un ángulo meramente físico y permitiera  que mis lejanos, pero siempre leales recuerdos, se hicieran presentes, colocándole su ángulo emotivo a este profundo escudriñar, entonces sí, sí que podría hablar de un enorme cambio…de una gran diferencia en esa calle…y se llama:  ¡VIDA! 

Sí, VIDA…, la VIDA que se sentía…, se respiraba…, se compartía…, en esa inolvidable callejuela que mi memoria, desde el año 1964, guarda celosamente, y que contrasta, lastimosamente para mi sentir, con la fría soledad de la actual  imagen…¡cómo quisiera transmitirle a esas maravillosas tomas de la calle, el calor de la VIDA que un día impregnó sus paredes…!

Mis recuerdos se hacen presentes…, fluidos… y entonces  me hablan de toda una vida llena de anécdotas en aquel callejón: mi casa, la que por un tiempo fue mi hogar, habitada por mi madre, Manuela (La Nevá)y nosotras, sus 4 hijas (María Josefa, Ana, Paqui y More). Mi casa, siempre con gente, pues para ese entonces mi madre era una de las primeras peluqueras de Jimena, y por considerarse a  las jimenatas como  mujeres de querer verse siempre “bien puestas”, era comprensible que mi mamá siempre tuviera clientas para arreglarse el cabello. Nosotras, por nuestra edad, también colaborábamos para que en el ambiente de aquella calle, estuviese cargado del  bullicio normal y característico de niñas de nuestra edad…risas, llantos, juegos, enojos…
La siguiente casa a la nuestra, buscando hacía los escalones, vivía un joven matrimonio: Mariano Gámez y María Roldán, con su hija Cati (para esa fecha, era la única hija que recuerdo de aquella querida pareja).  Para mi grata sorpresa, en el año 2.010, cuando felizmente descubrí el Foro de Jimena y me reencontré, virtualmente, con nuestro pueblo y su gente, el amigo Mariano me explicó el parentesco de él con aquel Mariano que yo conocí como mi buen vecino: resultó ser su tío.


Continuando por la misma línea, la casa que se aprecia en la esquina, era de la señora Juana (la pachancha); realmente no recuerdo el apellido, por lo que pido disculpas por el mote, pero esto es algo casi “imposible” de obviar en Jimena, a la hora de identificar a las personas.  Su esposo creo que se llamaba Diego, pero de lo que sí estoy segura, es quien era su única hija y cómo se llamaba: Catalina.  A élla la recuerdo perfectamente, pues como siempre fui bastante romántica, me gustaba saber sobre los noviazgos de las “mocicas” que en mi entorno había.  De ahí que me encantara ver cuándo, Andrés (el de Lete), iba a hacerle la visita a Catalina.  Posteriormente, está linda pareja se casaron y tuve la dicha de conocer a su primogénita: Cati.

Ya, en la última casa, al borde de los escalones, vivía una señora llamada María, con dos hijas.  Lamentablemente, la memoria de mi madre, no me ha ayudado mucho a recordar sobre esta familia. Algo que nunca olvidaré y especialmente mi hermana Paqui, tiene que ver con la ventana que quedaba, justamente, arriba de la puerta de esta señora María:  resulta que esa ventana, pertenecía a la casa de un señor llamado Juán (por mote: el mecánico), aunque dicha casa tenía su puerta por la carretera debajo de los escalones (a mano derecha). Pues bien, la tal ventana, servía de “escenario” para que el señor Juán, disfrazado de cualquier cosa, se asomara a élla  e intentara asustar y aminorar el “geniecito” que se gastaba mi hermanita Paqui. Realmente nunca lo lograba:  Paqui siempre lo reconocía…

 El callejón no tiene muchas casas; de hecho, en la pared de enfrente a la que fue mi casa, no existe ninguna. Si miro las tomas de las fotos que van hacía el pilar (tengo entendido que ya no existe), me encuentro con la puerta que está al lado de mi casa: era el corral de los Canaveros, y lógicamente, por no ser su  residencia, ellos iban muy eventualmente allí; de manera que no tengo mayores recuerdos de ellos. 


Luego continúo por la misma vía y ya no existen más casas en ese pequeño trayecto del callejón.  En mi recuerdo se hace presente la imagen de aquel pequeño pilar, cómplice de los múltiples e inquietos pensamientos que fluían en mi adolescente cabecita, mientras contemplaba cómo aquel chorro de cristalina agua, llenaba hasta rebosar, el cántaro, o cualquier otro recipiente que mi madre considerara últil para las necesidades de la familia.  Me gustaba ir a buscar agua en verano, ¡era tan agradable refrescarse directamente de la fuente…!, no así en invierno. Ese trazo de calle era muy transitado por todas mis hermanas, pues además de que debíamos ir a buscar el agua al pilar, realmente era por esa vía donde nos gustaba bajar a la plaza, o ir a cualquier parte del pueblo.  Yo, particularmente, la transitaba con más razón, no en vano era en aquella Calle El Cerrillo donde, no sólo vivía mi amiga Nani, (como mi madre la llamaba: la de Luisita),  sino que también vivía mi otra gran y querida amiga:  Mari (LaParpala).


Otro recuerdo que se hace presente es el de la inolvidable vecina:  la señora Josefa (La Parpala). Aunque en el mencionado callejón sólo daba una pequeña ventana, pues su casa tenía la entrada por la carretera, es decir, bajando los escalones, a mano izquierda, la relación con esta maravillosa familia fue sumamente intensa;  tanto que, a pesar del tiempo transcurrido, mi memoria mantiene archivadas  muchísimas y gratas anécdotas con Josefa, con su esposo Diego y con sus hijas Ventura y Lore.  Esta familia fue para mi madre, una enorme ayuda en aquellos tiempos, cuando a mi mamá le correspondió cumplir con diferentes roles:  madre, padre, peluquera…, siempre estaban dispuestos a “echarnos un ojito” cuando mi madre, por razones de su trabajo, debía ausentarse.  Tal vez no sea apropiado, en este escrito, ahondar en estos recuerdos; sin embargo, no puedo evitar mencionar aquel olor a jazmines que impregnaba todo el callejón y que provenía de una gran maceta que Josefa mantenía en el rincón de su fachada.  Como tampoco puedo obviar el recuerdo de otra escena romántica: el noviazgo de su hija Ventura con Cristóbal…a pesar de mi tempranera edad, ¡me encantaba jugar con la imaginación y soñar con rosados idilios…!


Mi memoria auditiva también fluye y me trae un recuerdo…    aquel que me habla de unos intensos e inconfundibles sonidos:  la inolvidable fragua de Fernando (el herrero).  Desde mi casa no se veía lo que en esa fragua sucedía, pues al frente de nuestra fachada, apenas teníamos la pared que conformaba la parte trasera de dicho negocio; obstante, resultaba fácil adivinarlo por los diferentes sonidos que se oían.  Recuerdo siempre los comentarios agradables que tenían Fernando y su padre para con nosotras.

Vuelvo a mirar las actuales fotos y quisiera colocar en éllas todas esas imágenes…, sonidos…, olores…, que mis recuerdos me traen de aquella mi estrecha callejuela…, unos vecinos sentados en las puertas, disfrutando de la tertulia en una noche veraniega…, hablando de las cosas simples de la vida…Me parece oírles cuando yo llegaba de jugar, o de disfrutar del paseo con mis amigas, me preguntaban:  -“¿nena, de dónde vienes?”.  Igualmente recuerdo los comentarios que siempre nos hacían, cuando en las frías mañanas de invierno  íbamos a la escuela: - “a la nena, abrígate y cuidao con el brasero”; o bien, cuando salíamos muy bien arregladitas con la “ropa dominguera”:  -“oi nena, que guapas vas”.

Tal vez en el transcurrir del tiempo, las casas de mi recordado callejón hayan cambiado de propietarios; tal vez existan, actualmente, otros olores, otros sonidos, que para algunos resulten muy significativos…, tal vez…, pero en mi corazón viven prendidos, muy profundamente, aquellos que me traje cuando era apenas una adolescente…, Tanto así que hoy, al contemplar estas fotos y después de 51 años en la distancia, siento esta amalgama de sentires, de emociones:  inmensa alegría de volver a mirar la que fue mi casa, mi calle…, inmensa nostalgia y melancolía al dejar fluir mis recuerdos…, e inmensa tristeza de no lograr percibir, en estas imágenes, el calor de aquella VIDA que en esa callejuela un tiempo habitó…


Nuestra Señora de los Remedios


Nuestra Señora de los Remedios


Carretera Alta.


Fin de Nuestra Señora de los Remedios.

Hoy solo os puedo decir una cosa,
creo que el principal motivo de mi idea, se ha
cumplido, conseguí entretener a Ana
mientras lo escribía el resto es
 cosa vuestra leer y juzgarlo,
esos son parte de sus recuerdos.

4 comentarios:

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    1. Perdón Ángel, se quito el comentario tuyo al modificar la entrada, nada más lejos de mi pasamiento que borrar algo escrito por vosotros, vuestros comentarios y vuestro apoyo me hacen que cada día le ponga más ilusión a esto.

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  2. Cuando recordamos momentos felices que hemos vivido volvemos a evocar las mismas sensaciones que entonces. Podemos volver a experimentar ese amor que nos abrumaba o aquella paz que nos invadía y sentir exactamente la misma sensación, y tanto nuestro cuerpo como nuestra mente se benefician inmensamente de estos momentos. Sí, es posible que cuando volvamos al presente sintamos que nos embarga la tristeza porque aquello ya no está en nuestra vida, y es normal, pero es aquí donde debemos hacer un esfuerzo para no dejar que esta emoción sea más fuerte que la que acabamos de tener. En lugar de dejarnos invadir por el sentimiento de pérdida debemos intentar ser capaces de valorar lo que vivimos con agradecimiento y saber que por mucho que cambie o haya cambiado nuestra vida, eso siempre formará parte de nosotros.

    Así, en definitiva, podemos aprovechar los recuerdos para ayudarnos en momentos difíciles: los malos, para aprender y para confiar en que si fuimos capaces de superar determinadas cosas en su momento, ahora también podremos superar lo que sea que nos preocupa, y los buenos, para recuperar aunque sea momentáneamente emociones y sentimientos que quizás ahora nos cuestan de experimentar. Sin duda, por poco rato que los podamos revivir supondrán un gran estímulo para nuestra salud física y mental.
    Gracias Ana por hacernos participes de tus recuerdos y gracias a Juan por permitirnos formar parte de este bonito refugio.

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  3. He de reconocer que yo tengo gran parte de culpa de que esto vea la luz, también he de deciros que vosotros también tenéis mucha culpa, si no fuese por vosotros esto no sería lo que es, cuando no suena el teléfono hay cosas en el correo y cuando os pido algo todo al momento, qué más puedo pedir, hoy la culpable de todo fue Ana a la cual quiero volver a darle las gracia creo que lo bordo.

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