Desde el primer momento que
empecé con esta aventura pensé un título, que después de consultarlo con
algunos de vosotros decidimos modificar,
las tres palabras principales fueron pueblo ,raíces y recuerdos , esto decidí
compartirlo y contar con vosotros y aquí
tenéis un ejemplo más, yo aquí solo copie
pegue, si os gusta las culpables son
Montiel que fue quien hizo las fotos y Ana Cruz que desde que le pedí
que lo hiciese, no lo dudó ni un momento, yo solo de dije que si mientras lo
escribía dejaba de pensar en otras cosas que posiblemente les quiten el sueño,
yo con eso poquito me conformaba y la verdad lo que nos ha escrito creo que
merece la pena leerlo, yo aquí solo hice lo que estas dos mujeres han plasmado
con tanto acierto Gracias María gracias Ana por todo, como siempre fue un
placer, contar con este tipo de colaboradoras lo habéis bordado.
DESDE LA
DISTANCIA
Nostalgia…, melancolía…,
alegría salpicada de tristeza…, sentimientos que se mezclan pellizcándome el
corazón, causándome, sin remedio, la evocación de mil recuerdos de aquella
etapa de mi vida, donde esa estrecha callejuela, que en sus diferentes ángulos
ha captado, maravillosamente, el amigo Juan, fue testigo de una parte de mi
niñez y adolescencia.
No nací en esa calle, sin
embargo y dada mi edad cuando llegué a ella, los mayores recuerdos de mi vida
en Jimena, los tengo de esa casa. Al
contemplar hoy su fachada, en estas actuales fotos, busco las posibles
diferencias que pudiera tener con la otrora que yo dejé hace ya 51 años.
Realmente, casi me pasan desapercibidos; como tampoco observo grandes
cambios en las otras casas que allí
existen, sin embargo, no dudo que tal vez en su interior pudiera haber alguna modificación.
Aunque pensándolo bien…, si
dejara de mirar ese callejón, esas casas, desde un ángulo meramente físico y
permitiera que mis lejanos, pero siempre
leales recuerdos, se hicieran presentes, colocándole su ángulo emotivo a este
profundo escudriñar, entonces sí, sí que podría hablar de un enorme cambio…de
una gran diferencia en esa calle…y se llama:
¡VIDA!
Sí, VIDA…, la VIDA que se
sentía…, se respiraba…, se compartía…, en esa inolvidable callejuela que mi
memoria, desde el año 1964, guarda celosamente, y que contrasta, lastimosamente
para mi sentir, con la fría soledad de la actual imagen…¡cómo quisiera transmitirle a esas
maravillosas tomas de la calle, el calor de la VIDA que un día impregnó sus
paredes…!
Mis recuerdos se hacen
presentes…, fluidos… y entonces me hablan
de toda una vida llena de anécdotas en aquel callejón: mi casa, la que por un
tiempo fue mi hogar, habitada por mi madre, Manuela (La Nevá)y nosotras, sus 4
hijas (María Josefa, Ana, Paqui y More). Mi casa, siempre con gente, pues para
ese entonces mi madre era una de las primeras peluqueras de Jimena, y por
considerarse a las jimenatas como mujeres de querer verse siempre “bien
puestas”, era comprensible que mi mamá siempre tuviera clientas para arreglarse
el cabello. Nosotras, por nuestra edad, también colaborábamos para que en el
ambiente de aquella calle, estuviese cargado del bullicio normal y característico de niñas de
nuestra edad…risas, llantos, juegos, enojos…
La siguiente casa a la
nuestra, buscando hacía los escalones, vivía un joven matrimonio: Mariano Gámez
y María Roldán, con su hija Cati (para esa fecha, era la única hija que
recuerdo de aquella querida pareja).
Para mi grata sorpresa, en el año 2.010, cuando felizmente descubrí el
Foro de Jimena y me reencontré, virtualmente, con nuestro pueblo y su gente, el
amigo Mariano me explicó el parentesco de él con aquel Mariano que yo conocí
como mi buen vecino: resultó ser su tío.
Continuando por la misma
línea, la casa que se aprecia en la esquina, era de la señora Juana (la pachancha);
realmente no recuerdo el apellido, por lo que pido disculpas por el mote, pero
esto es algo casi “imposible” de obviar en Jimena, a la hora de identificar a
las personas. Su esposo creo que se
llamaba Diego, pero de lo que sí estoy segura, es quien era su única hija y
cómo se llamaba: Catalina. A élla la
recuerdo perfectamente, pues como siempre fui bastante romántica, me gustaba
saber sobre los noviazgos de las “mocicas” que en mi entorno había. De ahí que me encantara ver cuándo, Andrés
(el de Lete), iba a hacerle la visita a Catalina. Posteriormente, está linda pareja se casaron
y tuve la dicha de conocer a su primogénita: Cati.
Ya, en la última casa, al
borde de los escalones, vivía una señora llamada María, con dos hijas. Lamentablemente, la memoria de mi madre, no
me ha ayudado mucho a recordar sobre esta familia. Algo que nunca olvidaré y
especialmente mi hermana Paqui, tiene que ver con la ventana que quedaba,
justamente, arriba de la puerta de esta señora María: resulta que esa ventana, pertenecía a la casa
de un señor llamado Juán (por mote: el mecánico), aunque dicha casa tenía su
puerta por la carretera debajo de los escalones (a mano derecha). Pues bien, la
tal ventana, servía de “escenario” para que el señor Juán, disfrazado de cualquier
cosa, se asomara a élla e intentara
asustar y aminorar el “geniecito” que se gastaba mi hermanita Paqui. Realmente
nunca lo lograba: Paqui siempre lo
reconocía…
El callejón no tiene muchas casas; de hecho,
en la pared de enfrente a la que fue mi casa, no existe ninguna. Si miro las
tomas de las fotos que van hacía el pilar (tengo entendido que ya no existe),
me encuentro con la puerta que está al lado de mi casa: era el corral de los
Canaveros, y lógicamente, por no ser su
residencia, ellos iban muy eventualmente allí; de manera que no tengo
mayores recuerdos de ellos.
Luego continúo por la misma
vía y ya no existen más casas en ese pequeño trayecto del callejón. En mi recuerdo se hace presente la imagen de
aquel pequeño pilar, cómplice de los múltiples e inquietos pensamientos que
fluían en mi adolescente cabecita, mientras contemplaba cómo aquel chorro de
cristalina agua, llenaba hasta rebosar, el cántaro, o cualquier otro recipiente
que mi madre considerara últil para las necesidades de la familia. Me gustaba ir a buscar agua en verano, ¡era
tan agradable refrescarse directamente de la fuente…!, no así en invierno. Ese
trazo de calle era muy transitado por todas mis hermanas, pues además de que
debíamos ir a buscar el agua al pilar, realmente era por esa vía donde nos
gustaba bajar a la plaza, o ir a cualquier parte del pueblo. Yo, particularmente, la transitaba con más
razón, no en vano era en aquella Calle El Cerrillo donde, no sólo vivía mi amiga
Nani, (como mi madre la llamaba: la de Luisita), sino que también vivía mi otra gran y querida
amiga: Mari (LaParpala).
Otro recuerdo que se hace
presente es el de la inolvidable vecina:
la señora Josefa (La Parpala). Aunque en el mencionado callejón sólo
daba una pequeña ventana, pues su casa tenía la entrada por la carretera, es
decir, bajando los escalones, a mano izquierda, la relación con esta
maravillosa familia fue sumamente intensa;
tanto que, a pesar del tiempo transcurrido, mi memoria mantiene
archivadas muchísimas y gratas anécdotas
con Josefa, con su esposo Diego y con sus hijas Ventura y Lore. Esta familia fue para mi madre, una enorme
ayuda en aquellos tiempos, cuando a mi mamá le correspondió cumplir con
diferentes roles: madre, padre,
peluquera…, siempre estaban dispuestos a “echarnos un ojito” cuando mi madre,
por razones de su trabajo, debía ausentarse.
Tal vez no sea apropiado, en este escrito, ahondar en estos recuerdos;
sin embargo, no puedo evitar mencionar aquel olor a jazmines que impregnaba
todo el callejón y que provenía de una gran maceta que Josefa mantenía en el
rincón de su fachada. Como tampoco puedo
obviar el recuerdo de otra escena romántica: el noviazgo de su hija Ventura con
Cristóbal…a pesar de mi tempranera edad, ¡me encantaba jugar con la imaginación
y soñar con rosados idilios…!
Mi memoria auditiva también
fluye y me trae un recuerdo… aquel que
me habla de unos intensos e inconfundibles sonidos: la inolvidable fragua de Fernando (el
herrero). Desde mi casa no se veía lo que
en esa fragua sucedía, pues al frente de nuestra fachada, apenas teníamos la
pared que conformaba la parte trasera de dicho negocio; obstante, resultaba
fácil adivinarlo por los diferentes sonidos que se oían. Recuerdo siempre los comentarios agradables
que tenían Fernando y su padre para con nosotras.
Vuelvo a mirar las actuales
fotos y quisiera colocar en éllas todas esas imágenes…, sonidos…, olores…, que
mis recuerdos me traen de aquella mi estrecha callejuela…, unos vecinos
sentados en las puertas, disfrutando de la tertulia en una noche veraniega…,
hablando de las cosas simples de la vida…Me parece oírles cuando yo llegaba de
jugar, o de disfrutar del paseo con mis amigas, me preguntaban: -“¿nena, de dónde vienes?”. Igualmente recuerdo los comentarios que
siempre nos hacían, cuando en las frías mañanas de invierno íbamos a la escuela: - “a la nena, abrígate y
cuidao con el brasero”; o bien, cuando salíamos muy bien arregladitas con la
“ropa dominguera”: -“oi nena, que guapas
vas”.
Tal vez en el transcurrir
del tiempo, las casas de mi recordado callejón hayan cambiado de propietarios;
tal vez existan, actualmente, otros olores, otros sonidos, que para algunos
resulten muy significativos…, tal vez…, pero en mi corazón viven prendidos, muy
profundamente, aquellos que me traje cuando era apenas una adolescente…, Tanto
así que hoy, al contemplar estas fotos y después de 51 años en la distancia,
siento esta amalgama de sentires, de emociones:
inmensa alegría de volver a mirar la que fue mi casa, mi calle…, inmensa
nostalgia y melancolía al dejar fluir mis recuerdos…, e inmensa tristeza de no
lograr percibir, en estas imágenes, el calor de aquella VIDA que en esa
callejuela un tiempo habitó…
Nuestra Señora de los
Remedios
Nuestra Señora de los
Remedios
Carretera Alta.
Fin de Nuestra Señora de
los Remedios.
Hoy solo
os puedo decir una cosa,
creo que
el principal motivo de mi idea, se ha
cumplido,
conseguí entretener a Ana
mientras
lo escribía el resto es
cosa vuestra leer y juzgarlo,
esos son
parte de sus recuerdos.