Poco que comentar a la continuación de esta entrada, todo está
muy calentito entro ayer en mi correo, solo una pequeña introducción con estas
cuatro fotos de los últimos arreglos del parque para continuar con algo muy
interesante, uno escrito de mi gran amigo Luis Manuel Marín García.
Hace ya mucho tiempo que le he dicho en más de una ocasión
que tiene una pluma exquisita, y no contesta o se ríe, al leer esta entrada lo podréis
comprobar, creo que merece la pena leer
y aunque esta muy atareado, cuando le propuse la idea no dudo en decirme que si
pero que no se comprometía en tiempo yo diría que ha sacado el tiempo de entre las
piedras y aquí lo tenemos, lo bonito que tiene esto es que miras el correo y tienes
algo, hoy solo me queda dar la gracias a todos y continuar haciendo.
Aquí
podemos ver los alrededores de la fuente.
No conocía ni esta salida
ni la palmera y por lo que veo en esta foto los asientos dejaron de ser de
piedra, para pasar a madera.
Mis
recuerdos de este lugar, son de aquellos bancos de piedra y suelo de arena
amarilla.
Según me comentaron ayer,
estas son los últimos arreglos del parque.
Mirador, antes de la
reforma en la primavera 2013.
VACÍOS (Por Luismarín)
Vacíos, si, vacíos: así se han quedado
estos bancos enclavados en ese hermoso mirador del final de nuestro Parque. Sin
embargo, apenas hace dos años, en las mañanas soleadas y primaverales de aquellos
días, esos mismos bancos estaban llenos de “presencias” y voces qué contaban
historias o vivencias personales, eran las voces de los que fueron mis
“contertulios” durante un par de meses del ya lejano 2013. Fue casi lo mejor de
lo que me pasó en aquella larga estancia en Jimena que duró tres meses:
febrero, marzo y abril. Fueron tres meses de un lento transcurrir, fue el
tiempo la convalecencia que padecí, ¿o disfruté?, a causa de mi operación del
famoso “Aquiles”. Regresé curado y con docenas de amigos que me llevaban veinte
o treinta años y, quizás, por esa diferencia de edad nunca había hablado con ellos en toda mi vida.
La palabra vacío viene del término latino “Vacivus”. El vacío puede ser entendido
como la falta de contenido físico o mental. Igualmente, esta acepción puede referirse
a la ausencia total de materia o a la carencia de contenido en el interior de
un recipiente. El vacío también es un sentimiento
humano que se caracteriza por la apatía, la alienación o la depresión.
La persona que experimenta ese vacío interno se siente sola y puede sufrir
diversos tipos de desórdenes emocionales. El sentimiento de vacío suele
desarrollarse a partir de la pérdida de un ser querido. Cuando fallece alguien
que ocupa un lugar irreemplazable en nuestra vida, queda un hueco, un espacio
vacío. En este sentido, el sentimiento de vacío forma parte del proceso
habitual que sigue al dolor que nos invade ante la irreemplazable “ausencia”.
Este último tipo de vacío es el que todavía
me sigue invadiendo cuando, en mis frecuentes viajes a Jimena, practico esas
saludables “caminatas o marchas” que, casi siempre, incluyen la visita a este tranquilo
mirador o atalaya que refleja la foto inicial. Desde la misma puedo deleitarme y
abstraerme en la contemplación del espléndido y siempre añorado paisaje. También,
tengo la alternativa de “enfrascarme” en la lectura del diario o la de
cualquier libro. Además, nunca viene mal
un ligero y merecido descanso después de los varios kilómetros recorridos,
algunos de ellos en empinadas cuestas. Últimamente, sobre todo en los días
invernales, lo más habitual es que la
soledad sea mi más fiel compañera.
Dice un antiguo refrán castellano que “¡Ojos que no ven corazón que no siente!”,
pero no obstante, e intentando superar el dolor que me producen las todavía
“frescas” ausencias, sigo acudiendo al reclamo de la “panorámica” que ofrecen los
dos asientos referidos. En esos instantes de sosiego y tranquilidad no dejan de
acudirme a la mente y al corazón los recuerdos de aquellos momentos que ahora
echo tanto de menos y que, al mismo tiempo, fueron tan provechosos gracias a
mis compañeros de aquellas horas de “solaz” o recreo y que sirvieron para incrementar
mi acervo cultural y anecdótico sobre nuestro pueblo. En esas rememoraciones de
aquellos días van incluidas las imágenes de esas personas con las que compartí
aquellas conversaciones, ya irrepetibles, basadas principalmente en historias y “chascarrillos” de Jimena y sus gentes.
En realidad, entre aquellos longevos
jubilados y yo, realizábamos una especie de “trueque” o intercambio de
conocimientos. Ellos me daban clases de una asignatura tan importante como “El Tratado
sobre la Vida” y yo, por mi parte, les daba pequeñas pinceladas sobre los
Palacios, Iglesias o Personajes más célebres de Baeza y Úbeda tan a mano en el
cercano horizonte sobrepuesto a la orilla derecha del Guadalquivir. Tampoco se
escapaba la historia del Marqués de Viana y sus relaciones de “alcahuete y
mamporrero” de Don Alfonso XIII; así como la visita de este último, acompañado
del Dictador Primo de Rivera al Palacio de Garciéz. Por supuesto, no dejábamos
del “cotilleo” sobre la “leyenda urbana” de Don Eusebio (padre del conocido Don
Andrés el Jefe de Correos o Don Andrés el de la Casería de Cánava) el
Administrador de las posesiones del citado Marqués en el término de Garciéz y
la “saga” de los varios pelirrojos locales, donde todos eran morenos, menos Don
Eusebio, que tenía el pelo de un rojo azafranado tipo Vincent Van Gogh.
No puedo dejar de acordarme que allí
estábamos sentados en el mediodía del 22 de febrero del 2013 ya señalado. Y
como no, con la vista en Baeza, les conté de mi estancia, durante tres cursos, en
las aulas del Instituto Santísima Trinidad, tan cercano a la Catedral que
perfectamente se distingue y destaca en el perfil de la ciudad que se ve desde
ese mirador. Por supuesto que tampoco me
olvidaba de hablarles sobre Don Antonio
Machado y sus años de profesor de francés en esa institución y al mismo tiempo
les recordaba que, en el año próximo
(2014), se iba a conmemorar el 75 aniversario de su muerte, acaecida en el
pueblecito francés de Colliure a orillas del Mediterráneo. También les recordé
como esa figura, tan importante de la Literatura Española y Universal, tuvo que
alojarse en una modesta Fonda o Pensión de esa pequeña localidad, que la muerte
le llegó en una de las pequeñas camas instaladas en la habitación de la pensión
que compartía con su madre, que su intimidad solo estaba separada por una
ligera cortina colgado entre los dos estrechos y duros lechos y que su madre
solo le sobrevivió tres días. Y claro, allí sentados con el sol del equinoccio
de primavera por montera, no pude dejar de contarles que en el bolsillo de la
chaqueta arrugada, que era de su hermano José, le encontraron un papel
amarillento y arrugado dónde había escrito su último verso un tanto enigmático
y solitario:
“Estos días azules / y este sol de la
infancia”.
Como un pequeño a homenaje a esas personas
mayores que me acompañaron durante aquellos días, a los que ya no están,
simplemente los voy a citar textualmente. El orden seguido está marcado por la
fecha de la tragedia que supone toda desaparición del mundo de los vivos, la
enumeración va de más a menos, en razón del tiempo transcurrido desde que, ya
desgraciadamente, no pudieron volver a
sentarse en esos bancos ahora vacíos: Juan “Galano”, Pedro Manuel “Chaquetilla”, Salvador
“Marchamalo”, Pepe “Pabilo”, Juan Ramón “El Tato” y Juanito “Solas”. Pensando en todos ellos, no quiero dejar de
creer que es verdad lo que nos dice una vieja y no muy conocida sentencia
oriental:
“Morir
no es desaparecer, sino al contrario, renacer en la mente de los demás”.
Repasando la foto inicial y centrándome en
lo que sería la visión frontal desde cualquiera de los bancos, veo aparecer unos
arbustos de tallos leñosos o resinosos cuyas hojas están formadas por otras
hojuelas más pequeñas de forma “lanceolada”. El
número de ellas puede variar de cuatro a siete y en su conjunto con los
tallos forman unas ramas muy suaves al tacto, suavidad debida a la presencia de
un fino vello que recubre las hojitas. Esta planta puede alcanzar más de un
metro de altura e incluso hasta tres en tierra con riego como les ocurre a
estas plantas del Parque: este arbusto se llama “Zumaque”.
Viene a cuento su descripción porque me
trae a la memoria, como anécdota curiosa, uno de los temas que se repetía día
tras día en la tertulia mañanera. Creo que, no hace falta recordar, la
capacidad inagotable que tienen las personas muy mayores para repetir las mismas
cosas una y otra vez, como, casi todos, ya habremos comprobado personalmente.
(Curiosamente, entre noviembre y diciembre pasados se talaron por fin las
plantas del zumaque y se embelleció el mirador con una valla construida a base de
troncos circulares de madera de pino en basto y que, al mismo tiempo, lo separa y da la seguridad de no rodar por el
“laero” que baja hasta el camino de la “Romaniente”. Otra vez, salvo cuando lo
impiden las nieblas que algunos días se levantan del Guadalquivir por la parte
del “Puente de Mazuecos”, el horizonte aparece limpio de toda clase de
obstáculos).
Cuando empezábamos a hablar del zumaque,
el primero que hacía su aportación era Juanito “Solas”: nos decía que, cociendo
sus hojas, mezclándolas con nueces de
ciprés y cortezas de granada, más un componente “secreto” que, sólo él conocía,
fabricaba una pomada que servía para cicatrizar heridas y reducir
inflamaciones. Después, era Pepe “Pabilo”: nos repetía una y otra vez, que su
padre, “El Tío Pabilo”, cocía durante unos minutos un puñado de esas hojas en
un litro de agua y que se tomaba cada día dos tazas cuando tenía diarreas o
“cagaleras”, la desaparición de las mismas era inmediata gracias al “zumaque”.
Por último, intervenía Juan Ramón “El Tato”: nos hablaba de su uso para
conservar fresca la fruta que “acarreaban” y vendían en los “mercaos” de Úbeda,
Baeza o Linares. Había que cubrir bien
los cajones con ramas de zumaque que, a lomos de borrico o mula, llevaban a las
plazas citadas los “arrieros” como él y su hermano Alejandro o el padre de “Margarito”
y otros. Nos contaba de sus viajes a pié que duraban de doce a catorce horas cuando
les tocaba ir a Linares. Había que salir de Jimena de noche temprana para
llegar a primeras horas de la mañana a la Plaza de Abastos e instalar sus
puestos de venta al público. Todos los jimenatos, ya de una edad, conocemos la
famosa recomendación para viajar de noche hasta la Ciudad Minera: “Andar y
andar y Jabalquinto a la par”.
En fin, historias para una buena novela de
posguerra o de los “años del hambre”, como también se conoce a esa época. Relatos
increíbles de las peripecias y aventuras que padecieron estos hombres en sus
viajes forzosos por toda España en busca de unos jornales que en el pueblo no tenían.
Una lista interminable de las necesidades, penurias o enfermedades derivadas de
una deficiente y escasa alimentación, dura y larga lista que forma parte de la
vida de estas personas que, con un coraje inmensurable, desempeñando los
trabajos más penosos, con esfuerzos y sudores sin fin, fueron capaces de sacar adelante a sus
mujeres e hijos. Si a algunos de estos hombres se añade la condición de
“represaliado político” del franquismo con penas de cárcel o destierro,
simplemente por haber sido soldados del Ejército de la República, la situación
ya se transformaba en dramática y trágica a la vez.
Pero como por desgracia todos sabemos
desde edad temprana, la “Vieja de la Guadaña” no perdona y contribuye con todo
su empeño a que se haga realidad la inapelable sentencia bíblica de "Polvus eris et in polvus reverteris" (Polvo eres y en polvo te convertirás). Camilo José Cela en algunas de sus conocidas novelas (no recuerdo si en " La colmena" o en " La familia de Pascual Duarte") ponía en boca de uno de sus personajes las siguientes o parecidas palabras: La muerte llama, uno a uno a todos los hombres y a las mujeres todos, sin olvidarse de uno solo-!Dios que fatal memoria!-, y los que por ahora nos vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamas llegamos a creer que lo mismo sucederá con nosotros y que, algún día, experimentaremos como se cumple ese cruel designio.
Otra vez, cuando llegue la
próxima primavera y podamos constatar como esas plantas de zumaque comienzan a
crecer pausadamente nos podremos hacer la pregunta que se hacía el catedrático de
economía y novelista, ya fallecido, José Luis Sampedro: “¿Por qué, por qué los árboles tienen tantas primaveras en su vida y el
hombre sólo una? ¿Por qué esa única primavera humana les es destrozada y
arrebatada a tantos?”
Igualmente, no nos vendría mal recordar algo que nuestro vecino de la
cercana Úbeda, Antonio Muñoz Molina, escribía hace unos meses: “La
muerte de alguien cercano empuja el tiempo de nuestra vida hacia el pasado.
Cuando uno va cumpliendo años, el pasado de los que se han ido empieza a ser el
nuestro. Con cada muerte sucesiva una parte de nuestra propia vida se va
quedando más lejos, y uno descubre con gradual estupor que tiene recuerdos muy claros de cosas que para muchos otros,
más jóvenes que nosotros, esos recuerdos están al otro lado de la frontera de
su nacimiento”.
Gustavo Adolfo Bécquer, en una de sus “Rimas”, concretamente en la LXXIII,
utiliza un estribillo bastante citado y el cual voy a transcribir utilizando
una de las estrofas que componen esa Rima:
“De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
El poeta murió muy joven, solo tenía treinta y cuatro años, quizás si
hubiera vivido algunos años más ese estribillo lo hubiera cambiado y nos habría
dejado este otro:
¡Dios mío qué solos
se quedan los vivos!
se quedan los vivos!
PD: Desde que era muy joven, cada vez que bajaba al cementerio para
acompañar a los familiares y amigos dolientes, oía muchas veces decir a las
personas que por entonces yo veía como mayores exclamar esta frase: ¡Tengo más conocidos aquí que en el pueblo!.
Desgraciadamente desde hace unos años a mí, ya me ocurre lo mismo.
Bonito Rincón.
Bonito Rincón.
Con estas Bonitas fotos y este gran
escrito dejamos el parque y continuamos para Cánava, muchas gracias Juani y Luis, a ella por el detalle de cojer la
maquina y hacer estas bonitas fotos y a
Luis por ese gran escrito, como siempre quedo redondo es una delicia el trabajar
con vosotros.
Con
esta primera parte y como siempre he de daros las
gracias a todos vosotros, sobre todo a unos
por seguirme,
a otros por ayudarme en esta entrada, jamás
cuando empecé
esta
aventura pensé que en menos de dos años este
modesto blog tuviese más de 17.800
visitas
y
una media de 90 visitas día en este
último mes.
Espero
que os guste
Me ha encantado volver a leer a nuestro amigo Luis Marin que como siempre plasma con sencillez y claridad sus vivencias que en muchas ocasiones son nuestras vivencias.Gracias Luis por tu relato y gracias a Juani y a ti Juan por las fotos y por tu trabajo en el blog.
ResponderEliminarÁngel contar con personas como vosotros, es una divinidad, tengo que decir a día de hoy que vuestra ayuda no tiene precio eso si el glog tiene un apartado que dice miembros y está un poco vació, toma nota.
ResponderEliminarBonitas las fotos y el relato.Sañudos.
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